Por Taís Kuri– Caminar por los pasillos del mercado de La Lagunilla un domingo puede ser tan reconfortante como tomarse las deliciosas micheladas que ahí acostumbran a vender.

Para quienes no han experimentado ir a este peculiar lugar, hay mucho que ver y mucho que curiosear allí, sobre todo si son amantes de las chacharas y las antigüedades. Resulta, al final del día, toda una experiencia para los sentidos.

Domingo a domingo este mercado, ubicado dentro del barrio que lleva el mismo nombre, al noroeste del Centro Histórico de la Ciudad de México, ofrece un universo de posibilidades para comprar: candiles antiguos, planchas de hierro, mobiliario con estilos de diversa índole, billetes y monedas de colección, ropa, viniles, artesanía, lentes, artículos de decoración, productos de necesidad primaria, etc.

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La Lagunilla parece que no tiene fin, ni espacial ni temporalmente, pues tanta expectación es la que se desprende de este concepto comercial, que no hay domingo que no se instale. Esto le hace formar parte, irremediablemente, de una tradición de herencias y costumbres ligadas al oficio de la merca que todos llevamos dentro y que, de alguna forma, necesitamos fomentar, ya se por la cobertura de las necesidades vitales, ya sea por pura excentricidad, capricho o simple aburrimiento.

Hay que hacer una mención aparte a un factor imprescindible en este entorno: la música. No se puede dar un paso sin tener de fondo esa atmósfera de estilos musicales que sale de los locales, se comercializa y que, al mismo tiempo, acompaña y alegra el ánimo del vistante; toda una guerra de sonidos variados que entra por los oídos mientras se observa se explora, se pregunta, se adquiere… algún artículo que sea de interés.

  1. No esperen a que el sol toque su punto más alto, se recomienda llegar temprano, no solo para asegurarse de que los puestos estén abiertos, sino para evitar las aglomeraciones y que la compra-venta sea rápida y cómoda.

  2. No vayan con el estómago muy lleno, déjense seducir por los sabores de bebidas y comidas que les acompañan durante el paseo.

  3. Vayan con dinero en efectivo y bien guardado, pues toda zona de grandes multitudes es propensa a robos, a la pérdida de dinero o a algún malentendido.

  4. Vayan con ropa cómoda y no muy fashion o cara; La lagunilla es un lugar tranquilo, pero nunca falta quien te pueda dar un susto.

  5. Prueben el arte del regateo, les puede funcionar si consideran que algunos productos son caros o no están en buenas condiciones.

  6. Pregunten y curioseen, no se queden con las ganas y, si pasan por delante de un espejo de la interesante zona de antigüedades y creen que su cabello necesita un arreglo, no duden en acudir a una de las estéticas móviles que se encuentran instaladas en el pasillo central del mercado, donde podrán hacerle un corte o peinado al gusto por tan solo 50 pesos.

Si aún no tienen plan para este domingo, pongan en marcha esta experencia desde el punto de vista turístico. Vale la pena visitar y disfrutar de ese olor que emana de todos aquellos objetos que pertenecieron al México de antes, pero con un sabor a hoy, simplemente porque lo del antes es lo del hoy, en constante retroalimentación.

¡Vayan y luego me cuentan!

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