Por Taís Kuri Tengo una debilidad por visitar los mercados de los distintos lugares a donde voy, ya sea en mi México lindo o en algún otro sitio, creo que es la atmósfera infalible para empaparte más a fondo del lugar y corroborar todo lo que has leído y estudiado acerca de su cultura y tradiciones.

Desde muy niña, tuve a la mano los mercados. ¿Cómo podría olvidarme de cuando, del brazo de mi mamá, me pasaba pasillo por pasillo tocando y probando todo lo que se me atravesaba enfrente, saludando a los marchantes, estirando mi pequeñísima mano para pagar lo que mi mamá elegía y así entre las dos cubrir la misión de haber ido al mercado los martes de cada semana? Cerrando los ojos, todavía puedo oler las frutas, las verduras, las semillas, la comida corrida y las flores, incluso la sangre de la carne de los animales que goteaba desde las mesetas. Lo recuerdo casi todo, el cemento de los pisos húmedos que por tramos había que brincar para evitar los charcos de agua estancada que se acumulaba, por aquellos que echaban agua en los puestos para lavarlos. Recuerdo también a mi mamá jaloneándome suavemente para que no me distrajera y no perdiera el ritmo de su agitado paso.

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En fin, esa historia es muy personal, pero no dudo que cada uno tenga algún recuerdo marcado que provenga de alguna visita por algún mercado. ¡Qué cosas tan bonitas encierran y enseñan en sus entrañas! Son sabios, ricos, bellos,  diversos, son de colores, están por doquier, nos identifican, ¡los necesitamos y tenemos muchos!

Conforme fui creciendo y dejando de acompañar a mi mamá a la central de abastos, empecé a sentir curiosidad por otro tipo de mercados y mercancías, por ese otro concepto de punto de venta que no cubre tus necesidades básicas diarias, sino otro tipo de necesidades de carácter más visual y personal, más artístico y folclórico… Esos mercados a los que sueles ir simplemente porque son lugares para el deleite de los turistas y coleccionistas, con precios elevados algunas veces inaccesibles, que hacen que pongas en práctica el arte del regateo. Me refiero a los mercados de artesanías con los que toda gran ciudad cuenta y donde, la verdad, acabas sintiendo una gran conexión con la idiosincrasia del lugar.

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En la Ciudad de México contamos con varios, pero hay uno que, siendo o no turista, vale la pena visitar y conocer no solo una vez, sino varias veces, si es que se puede. Uno de mis consentidos es el mercado de La Ciudadela, ubicado en la Plaza de la Ciudadela y Balderas, en la delegación Cuauhtémoc. En este lugar, es fácil perderse y pasar toda una mañana curioseando por sus pasillos; ahí he encontrado las mejores artesanías y atuendos típicos de todo el país bajo un solo techo y a los mejores precios.

Con un área de casi 14 mil metros, dividido en 360 locales, en el recinto artesanal se pueden encontrar diversos artículos representativos del país: platería, talavera de Puebla y Guanajuato, vidrio estirado que adorna los exteriores e interiores de casas mexicanos, así como juguetes, joyas y objetos decorativos para el hogar. No podemos dejar de citar los clásicos productos de nuestro país como calaveras, jarros, cabezas de jaguar hechas con barro negro, madera o con decorado huichol, juguetes tradicionales, canastas de palma, talabartería, jarrones, macetas y platos de talavera, alebrijes o reproducciones de piezas prehispánicas, entre otras cosas, todo dentro de un ambiente relajado, si se compara con el resto de los mercados.

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El mercado cuenta con estacionamiento exclusivo para los visitantes, hay cámaras en todos los pasillos para garantizar la seguridad de todos, los andadores son amplios, abre diario y, en algunos puestos, además de ofrecer el producto, puedes observar cómo lo elaboran, lo que convierte la visita en una grata experiencia. Cuenta con un sitio virtual para que puedas navegar por toda su extensión antes de visitarlo y te puedas dar una idea de lo que puedes adquirir allí, porque muestra toda la galería de mercancías y el directorio completo de mercaderes, lo que te ayudará a ubicar dónde se encuentra exactamente el producto que buscas y cómo llegar directamente a él.

Después de varias visitas a este mercado, ya sé cuál será mi próximo objetivo: de la misma forma que mi mamá me llevaba a los mercados de mi infancia cada semana, ahora seré yo quien la jaloneará suavemente para que no se distraiga en el Mercado de la Ciudadela, y no se pierda nada de lo que venden ahí, ya que es todo un espectáculo para los amantes de la cultura y las tradiciones. A ustedes también los invito a que vayan, mis queridos lectores y amigos, para que vean, curioseen, compren y, después, me cuenten.

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